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María Minerva López García • José Basani Gómez
Revista Senderos Pedagógicos • Nº 7 • enero - diciembre 2016 • pp.79-93 • ISSN 2145-8243
la psicología del aprendizaje, en particular
la psicología piagetiana que describía las
características del pensamiento en térmi-
nos de las ausencias, es decir, de lo que
no podía hacer o resolver el infante en la
etapa sensorio-motriz, preoperacional y en
la de operaciones concretas. La aparente
limitación identificada en el estudiantado
que se encontraba en estas etapas, desde
su punto de vista, generó confusión en
los educadores, determinando que los pri-
meros no estaban preparados para trabajar
desde métodos globalizadores, integrando
conocimientos de tipo complejo.
Para Torres (2012), esta forma errónea de
pensar de los educadores y administra-
dores educativos, promovió que en las
aulas la propuesta de trabajo integrador
fuese abandonada durante cierto tiempo,
hasta que la recuperación de los estudios
sobre cognición situada, hicieron que re-
surgiera el interés para pensar en estrate-
gias que permitan la articulación de los
conocimientos escolares, tomando como
referencia realidades concretas en la reso-
lución de problemas específicos.
Con respecto al origen de la estrategia
de proyectos integradores, Zabala (2003)
plantea que, aunque Kilpatrick estructura
y difunde el método por proyectos, no es,
sino en los trabajos de Dewey en donde se
debe buscar la referencia sobre estas ideas
quien, desde 1896 realizó las primeras
pruebas en la Universidad de Chicago.
Dewey decidió romper con el inte-
lectualismo que imperaba en la en-
señanza y se propuso incorporar a la
educación la experiencia del alumno,
sus intereses personales y los impulsos
hacia la acción. Su visión subraya las
diferencias individuales, las aptitudes
sociales de los alumnos en el ambiente
escolar y su deseo de participar en el
planteamiento y la dirección del pro-
pio aprendizaje (Zabala, 2003, p.152).
La propuesta de proyectos integrado-
res ha sido retomado por Tobón (2013)
quien hace énfasis en lo socioformativo
y el desarrollo de competencias, ganando
adeptos interesados en enfoques globaliza-
dores, puesto que destaca el papel de las
experiencias que vive el estudiantado en el
involucramiento de realidades concretas;
se promueve el desarrollo de habilidades
y aptitudes para resolver problemas, to-
mar decisiones y reflexionar acerca de las
respuestas que dan a las preguntas que se
realizan en el trayecto de su formación. Por
lo tanto, el punto de partida del método
de proyectos es el interés y el esfuerzo,
elementos que todo profesor debe aprove-
char para canalizarlas hacia la activación
de los conocimientos, habilidades, actitu-
des y valores de los estudiantes; es decir,
de las competencias para la formación con
una clara y profunda implicación del que
aprende.
El trabajo en el aula debe dar paso a un
ejercicio en donde el estudiantado deje
de aprender virtualmente; en otras pala-
bras, con experiencias simuladas de una
realidad que le es ajena y en donde se
dificulta la articulación de los conteni-
dos que pueden parecerle arbitrarios y
sin sentido, obstaculizando el proceso de
re-creación de los mismos, para atender
a problemas que vive de forma cotidiana.
La vinculación para el logro de la teoría y
la práctica no existe en esta forma tradi-
cional de ver la enseñanza, por lo que re-
sulta significativo pensar en la aplicación
de metodologías como la de Proyectos o
PI, tal como ha sido demostrado en los di-