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Revista Senderos Pedagógicos • Nº 6 • enero - diciembre 2015 • pp.7-10
labor de educar a las generaciones del futuro. No obstante, en su día a día los docentes
también deben responder al cumplimiento de diversos indicadores para lograr consa-
grarse como parte del mundo científico, al que no todos logran ingresar y en el que
también juegan un lugar central las relaciones históricas de poder evidenciado en los
niveles de profunda desigualdad que separa a los países, universidades y centros de
investigación de la periferia mundial con relación a los investigadores del norte global.
Siendo quizás una excepción países asiáticos como China y Japón, que han sabido
generar estrategias de competitividad para ganarse espacios importantes en las listas
top de investigación mundial.
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Para evitar la sensación de queja o resignación lastimera por el lugar periférico que
ocupa América Latina y en específico Colombia en el mundo científico, que en abso-
luto es la intención de este escrito, retomo el hilo de mi reflexión. La presión por la
alta productividad que se exige desde indicadores establecidos por diversas entidades
nacionales e internacionales hace parte del modelo de competitividad y eficiencia que
fueron impulsados por el neoliberalismo que ubicó al mercado como único motor
capaz de conferir el desarrollo mundial (Bauman y Bordoni, 2016). En el espacio de la
investigación, esto ha significado una medición constante de la producción de nuevo
conocimiento y su impacto en la comunidad científica, siendo éstos los que determi-
nan la posición a ocupar en los diversos rankings, produciendo las ya conocidas clasi-
ficaciones de universidades élite, artículos tops e investigadores seniors, entre otras.
Al sucederse en los años setenta del siglo xx el debilitamiento del Estado en su papel de
detentor del poder por parte del mercado, el mundo entero se vio abocado a cambios
significativos ocasionados en parte por los procesos de desregulación y de privatización,
en los que el Estado fue deslegitimado en su capacidad de resolver las crisis, perdiendo
el instrumento que posibilitaba una intervención efectiva: la fusión entre política y el
poder (Bauman y Bordoni, 2016). Y para que esto calara hondo, culturalmente fuimos
presenciando la transformación de valores como la solidaridad y la colectividad por los
de competitividad, libertad y extremo individualismo. Situación que sin duda también
impactó las políticas educativas, viéndose reflejada en aspectos como la privatización de
la educación, la enseñanza de valores afines al modelo del poder del mercado y en la
disminución del presupuesto para las universidades públicas y la investigación.
De esta forma, el lenguaje inherente al mercado se fue tomando la cotidianidad de
las universidades, naturalizando en las relaciones entre directivas, docentes, perso-
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Para evidenciar como la ciencia ha sido un tablero estratégico de los centros de dominación mundial, baste darle una
mirada a las mediciones de SCImago-Institutions Rankings (SIR), desarrollado por el grupo de investigación SCImago
LAB a partir de la base de datos Scopus o al Ranking Académico de las Universidades del Mundo (Academic Ranking
of World Universities - ARWU). Esto para enumerar solo dos ejemplos, del amplio universo da rankings mundiales
encargados de establecer los indicadores que seguirá la medición y de dar a conocer los resultados bajo el formato ya
bastante conocido de las listas Top.